Soy de esas personas que siempre buscan una razón para sentirse parte del mundo. A veces las encuentro y a veces no, a veces el corazón se siente vacío y otras veces muy lleno, regocijado de amor, como ahora.

En esas tardes en las que camino con la mente en alto y los pies en la tierra, me pregunto y cuestiono mi lugar en el mundo. ¿No les pasa que piensan que podrían hacer algo más? En este momento de mi vida veo las cosas del mundo diferente, se sienten más cerca bajo una realidad que asusta. Hay algo que en mi que me motiva a seguir creyendo que cuando hablamos de “cambiar el mundo” es también influir en lo inmediato, en lo próximo, en lo cercano.

Recién me entero que seré mamá, así que imaginen todo lo que sucede por mi cabeza, entre el deseo de no perderme a mí, de seguir estando y participando como mujer, como madre, como profesionista, como ser humana, tengo una razón más para hacer de este mundo un mejor lugar.

Un grupo de chicos a quienes les doy clases, son parte de una parroquia católica y me sorprende la manera en que se acercan con otros chicos a través de la fe con actividades de la Iglesia. Ellos me compartieron y me invitaron a colaborar a través de Mi Ofrenda.mx.

Durante un buen rato apoyaré la labor de la Iglesia a través de esta plataforma que me permite aportar económicamente y ofrendar a mi medida, desde mi celular, con la confianza de que sé a dónde va mi apoyo.

Me conmueve saber que cada hogar tiene corazones que inspiran, jóvenes entusiastas que le regresan un suspiro al mundo. Si bien dicen que son ellos quienes cambian el mundo, lo cierto es que muchos de nosotros no tan jóvenes aún seguimos vivos y con muchas ganas de seguir aportando a nuestro entorno.

Los adultos somos el reflejo de nuestros hijos, de mi parte seguiré haciendo las cosas por mi mundo, porque también será de ellos.